Trato de nunca describir a otra persona con palabras amables. Me hace pensar que eso es pura falsedad, facilismo, el camino fácil y las sonrisas superfluas, eso.
Hoy me han dicho que soy rara. Lo malo de todo esto es, porque nunca le encontré el lado amable, a pesar de los esfuerzos de mis cercanos, que nunca entendí lo que quisieron decirme.
Si yo tuviera que describirme a mí misma, diría que soy gestos, esos pequeñitos individuos que me usan para salir a través de mi cuerpo porque ellos no tienen uno. El mío será disfuncional y ridículo, pero es un cuerpo y hace las cosas que los cuerpos deben hacer.
Los gestos salen disparados, no puedo controlarlos. Somos. Soy pura y elemental física: para cada acción, mi cuerpo encuentra una reacción. La puedes ver reflejada en mi cara, en mi piel color camaleón, en mis ojos desorbitados, en mi nariz arrugada.
Mis manos que no saben cómo comportarse prefieren ser atacadas de pura ansiedad, quieren escribir aquello que la mente les dicta pero se sienten incapaces, y la mente se aturde, se desespera de esta ineptitud, de la torpeza.
Y no sé por qué, pero pienso que el genio no se vende en frascos, y si así fuera, seguramente no me alcanzaría para comprarlos. Si me tomara dos pastillas antes de cada comida, podría pensar con claridad, desenredar tanto pensamiento que se ha acumulado, desechar tanto pensamiento absurdo y sinsentido.
Podría resolver operaciones matemáticas sin la necesidad de un lápiz y un papel, podría leer veinte libros en un día y recordar cada palabra, podría hablar en público sin ponerme nerviosa, podría convertir el detalle en experiencia, en historia.
Y al final, sigo siendo puros gestos.
Patrick Palmer
Caída libre 